Hace unas semanas, en otra asignatura nos propusieron
crear un cuento para narrar a los niños, de tal forma que fuera un cuento
inventado por nosotros o un cuento adaptado de uno original.
Estuvimos un rato pensando en como inventar un cuento,
pero no había manera de que se nos ocurriera nada decente, así que como
acabábamos de leer el libro de Gianni Rodari, Gramática de la fantasía:
Introducción al arte de contar historias decidimos seguir varios pasos de
los que se proponían para crear un cuento y así conseguimos crear una historia.
Los capítulos e ideas en los que nos basamos para crearlo fueron las
siguientes:
- Fábulas populares como materia prima: Nos
basamos en el cuento popular de Pinocho para crear nuestra fábula.
- A equivocar historias: Cambiamos algunos
aspectos de la historia de Pinocho que todos conocemos para darle un nuevo significado.
- Las fábulas al revés: Trastocamos el tema
principal de la historia para adaptarlo a unas características que teníamos
pensadas.
-
Fábulas plagiadas: Reducimos la fábula de
Pinocho a sus elementos fundamentales, luego la reducimos aún más
convirtiéndola en abstracta y finalmente le dimos una nueva interpretación.
- El hombrecillo de cristal: Este capítulo
fue la idea clave de nuestra historia. Cambiamos la característica principal de
Pinocho, que es ser un niño de madera por ser un niño de cristal, y le dimos
las mismas características que tiene ese material, siendo así inmune o vulnerable a lo que es el cristal.
A continuación,
os dejamos nuestro cuento:
UN NIÑO DE CRISTAL
Mariano y Julia eran una pareja de ancianos que a
pesar de querer tener niños, no habían podido. Aun así eran felices, ya que se
tenían el uno al otro y se dedicaban a confeccionar las más bellas joyas,
cristaleras de vidrio y figuritas decorativas. Vivian en una casa muy espaciosa
y con dos pisos. En el piso inferior se encontraba el taller de trabajo donde
realizaban sus obras artesanales y en el piso de arriba se encontraba la
vivienda del feliz matrimonio, con habitaciones, cocina, baños y un pequeño
saloncito.
Un día, en el taller crearon una figurita de un niño a
tamaño real, tan bonita y llena de luz que desearon con todo su corazón que
fuera un niño de verdad, el niño que nunca habían podido tener y así formar una
familia. Fue en ese momento cuando se levantó un fuerte temporal de viento y
lluvia que hizo estremecer la casa. Sorprendidos por ese gran temporal se abrazaron fuertemente junto
a la figurita del niño de cristal. Otra ráfaga de ese viento infernal volvió a
agitar la casa, de tal manera que la mayoría de las figuritas quedaron
destrozas. Solo sobrevivieron unas pocas, entre ellas el pequeño niño que
Mariano y Julia tenían entre sus brazos. Cuando acabó la tormenta recogieron el
desastre que se había formado el taller y se fueron a la cama.
Esa misma noche, comenzaron a oírse pequeños pasos y
lamentos en el piso de abajo. Julia, asustada, decidió bajar las escaleras
sigilosamente y asomarse a la puerta del taller alumbrada con un pequeño
candil. ¡Cual fue su sorpresa al ver un niño brillante como el cristal
correteando asustado entre las estanterías y los armarios del taller!
Atemorizada, subió corriendo al dormitorio pensando
que había visto un fantasma. Ante el desconcierto de Julia, Mariano se levantó
sobresaltado y tras contarle Julia lo sucedido, bajaron ambos al taller. Allí
seguía el pequeño niño mirando fijamente el fuego que ardía en el horno de
cocción. Al percatarse de la presencia del matrimonio, el niño se dirigió hacia
ellos con una sonrisa tímida en la cara, señalando hacia el candil que sujetaba
Julia con su mano derecha. Ante tal desconcierto, Mariano se acercó a él
tímidamente para preguntarle quién era. Entonces, el niño le miró a los ojos y
le contestó seguro de si mismo:
-
¡Yo soy el
niño que has salvado esta tarde, y al que con tus brazos le has dado vida! Soy
el niño que habéis estado esperando todo este tiempo.
En ese momento Julia y Mariano se dieron cuenta de que
al fin iban a tener la familia que siempre habían soñado. Así, llamaron al niño
Kalén, y los tres juntos comenzaron su nueva y feliz vida.
Kalén era feliz en su nueva vida, tenía una habitación
bonita, espaciosa y llena de juguetes, unos padres que le querían y con quien
pasaba mucho tiempo, tanto jugado con ellos como ayudándoles en sus labores
domésticas y observando el trabajo que hacían con el cristal. Sin embargo, a
sus padres les daba miedo que saliera a la calle porque temían que se hiciera
daño y que le rechazaran los demás. Por ello, Kalén se sentía solo, pues no
tenía ningún niño de su edad con quien compartir sus pensamientos y sus juegos.
Un día, mientras sus padres estaban en el taller
elaborando unas preciosas figuritas para un juego de mesa, Kalén vió por la
ventana como una pequeña niña de madera salía muy contenta de su casa para ir
al colegio. En ese momento, se dio cuenta de las ganas que tenía de tener algún
amigo en el pueblo, así que decidió hablar con sus padres:
- Mamá, papá, ¿Por qué yo no conozco a otros niños y
porque no puedo ir al colegio?
- Kalén, tú eres un niño diferente al resto, eres
especial – le contestó Mariano rotundamente -
por eso no puedes salir a la calle, te puedes hacer daño.
- Además, cariño, los otros niños no son como tú, y
puede no gustarles tu aspecto ni tu forma de ser – añadió Julia.
Kalén, con lágrimas de cristal en los ojos, subió
corriendo a su habitación sin comprender porque él no era un niño como los
demás, así que ideó un plan para averiguarlo. Al día siguiente, a primera hora
de la mañana, Kalén se levantó decidido y salió a hurtadillas de la casa con
intención de ir por primera vez al colegio. Al salir de casa, se encontró con
su vecina, la niña que había visto el día anterior.
-
¡Hola!
¿Cómo te llamas? – Le sonrió amablemente la niña.
-
Me llamo Kalén,
¿y tú? Quiero ir al colegio, pero no se como se va, ¿me explicas como ir?
-
Yo soy
Lisandra y ¡claro que se como se va al colegio! Vente conmigo.
Juntos se encaminaron hacia el colegio, donde Kalén
pasó el mejor día de su vida. Al entrar en el colegio, Lisandra le presentó a
la maestra y a sus compañeros. Todos se portaron muy bien con él y lo aceptaron
desde el primer momento a pesar de que eran niños de carne y hueso, pues
ninguno presentaba ningún problema a la hora de jugar con niños diferentes como
Kalén o Lisandra. Los niños no se daban cuenta de sus pequeñas diferencias, ya
que en el fondo todos tenían la misma edad, los mismos intereses y las mismas
ganas de tener amigos.
Esa mañana, descubrió que no era tan especial ni tan
diferente al resto de los niños como aseguraban sus padres, ya que todos los
niños se caían, lloraban, se hacían daño, se reían, disfrutaban jugando y
aprendiendo con sus amigos.
A la hora de la comida, Kalén entró por la puerta de
su casa con Lisandra y dos amigos más que había hecho ese día en el colegio,
sus padres, al verlo tan feliz se dieron cuenta del gran error que habían
cometido privándole de acudir al colegio con otros niños, por lo que decidieron
que ya era hora de que Kalén fuera un niño como los demás, y que no tenían que
sobreprotegerlo de tal manera, pues sus temores anteriores eran infundados.
Desde este momento Kalén y su familia fueron más felices y estuvieron más
unidos que nunca.
Publicado por: Belén Pedrazo y Ursula Rios
Publicado por: Belén Pedrazo y Ursula Rios
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