Grado de Maestro de Educación Infantil

miércoles, 7 de noviembre de 2012

CUENTO CREADO SIGUIENDO LOS PASOS DE GIANNI RODARI



Hace unas semanas, en otra asignatura nos propusieron crear un cuento para narrar a los niños, de tal forma que fuera un cuento inventado por nosotros o un cuento adaptado de uno original.

Estuvimos un rato pensando en como inventar un cuento, pero no había manera de que se nos ocurriera nada decente, así que como acabábamos de leer el libro de Gianni Rodari, Gramática de la fantasía: Introducción al arte de contar historias decidimos seguir varios pasos de los que se proponían para crear un cuento y así conseguimos crear una historia. Los capítulos e ideas en los que nos basamos para crearlo fueron las siguientes:
-    Fábulas populares como materia prima: Nos basamos en el cuento popular de Pinocho para crear nuestra fábula.
-   A equivocar historias: Cambiamos algunos aspectos de la historia de Pinocho que todos conocemos para darle un nuevo significado.
-   Las fábulas al revés: Trastocamos el tema principal de la historia para adaptarlo a unas características que teníamos pensadas.
-     Fábulas plagiadas: Reducimos la fábula de Pinocho a sus elementos fundamentales, luego la reducimos aún más convirtiéndola en abstracta y finalmente le dimos una nueva interpretación.
-    El hombrecillo de cristal: Este capítulo fue la idea clave de nuestra historia. Cambiamos la característica principal de Pinocho, que es ser un niño de madera por ser un niño de cristal, y le dimos las mismas características que tiene ese material, siendo así  inmune o vulnerable a lo que es el cristal.


A continuación, os dejamos nuestro cuento:

UN NIÑO DE CRISTAL
Mariano y Julia eran una pareja de ancianos que a pesar de querer tener niños, no habían podido. Aun así eran felices, ya que se tenían el uno al otro y se dedicaban a confeccionar las más bellas joyas, cristaleras de vidrio y figuritas decorativas. Vivian en una casa muy espaciosa y con dos pisos. En el piso inferior se encontraba el taller de trabajo donde realizaban sus obras artesanales y en el piso de arriba se encontraba la vivienda del feliz matrimonio, con habitaciones, cocina, baños y un pequeño saloncito.

Un día, en el taller crearon una figurita de un niño a tamaño real, tan bonita y llena de luz que desearon con todo su corazón que fuera un niño de verdad, el niño que nunca habían podido tener y así formar una familia. Fue en ese momento cuando se levantó un fuerte temporal de viento y lluvia que hizo estremecer la casa. Sorprendidos por ese  gran temporal se abrazaron fuertemente junto a la figurita del niño de cristal. Otra ráfaga de ese viento infernal volvió a agitar la casa, de tal manera que la mayoría de las figuritas quedaron destrozas. Solo sobrevivieron unas pocas, entre ellas el pequeño niño que Mariano y Julia tenían entre sus brazos. Cuando acabó la tormenta recogieron el desastre que se había formado el taller y se fueron a la cama.

Esa misma noche, comenzaron a oírse pequeños pasos y lamentos en el piso de abajo. Julia, asustada, decidió bajar las escaleras sigilosamente y asomarse a la puerta del taller alumbrada con un pequeño candil. ¡Cual fue su sorpresa al ver un niño brillante como el cristal correteando asustado entre las estanterías y los armarios del taller!

Atemorizada, subió corriendo al dormitorio pensando que había visto un fantasma. Ante el desconcierto de Julia, Mariano se levantó sobresaltado y tras contarle Julia lo sucedido, bajaron ambos al taller. Allí seguía el pequeño niño mirando fijamente el fuego que ardía en el horno de cocción. Al percatarse de la presencia del matrimonio, el niño se dirigió hacia ellos con una sonrisa tímida en la cara, señalando hacia el candil que sujetaba Julia con su mano derecha. Ante tal desconcierto, Mariano se acercó a él tímidamente para preguntarle quién era. Entonces, el niño le miró a los ojos y le contestó seguro de si mismo:
-          ¡Yo soy el niño que has salvado esta tarde, y al que con tus brazos le has dado vida! Soy el niño que habéis estado esperando todo este tiempo.
En ese momento Julia y Mariano se dieron cuenta de que al fin iban a tener la familia que siempre habían soñado. Así, llamaron al niño Kalén, y los tres juntos comenzaron su nueva y feliz vida.

Kalén era feliz en su nueva vida, tenía una habitación bonita, espaciosa y llena de juguetes, unos padres que le querían y con quien pasaba mucho tiempo, tanto jugado con ellos como ayudándoles en sus labores domésticas y observando el trabajo que hacían con el cristal. Sin embargo, a sus padres les daba miedo que saliera a la calle porque temían que se hiciera daño y que le rechazaran los demás. Por ello, Kalén se sentía solo, pues no tenía ningún niño de su edad con quien compartir sus pensamientos y sus juegos.

Un día, mientras sus padres estaban en el taller elaborando unas preciosas figuritas para un juego de mesa, Kalén vió por la ventana como una pequeña niña de madera salía muy contenta de su casa para ir al colegio. En ese momento, se dio cuenta de las ganas que tenía de tener algún amigo en el pueblo, así que decidió hablar con sus padres:
- Mamá, papá, ¿Por qué yo no conozco a otros niños y porque no puedo ir al colegio?
- Kalén, tú eres un niño diferente al resto, eres especial – le contestó Mariano rotundamente -  por eso no puedes salir a la calle, te puedes hacer daño.
- Además, cariño, los otros niños no son como tú, y puede no gustarles tu aspecto ni tu forma de ser – añadió Julia.

Kalén, con lágrimas de cristal en los ojos, subió corriendo a su habitación sin comprender porque él no era un niño como los demás, así que ideó un plan para averiguarlo. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, Kalén se levantó decidido y salió a hurtadillas de la casa con intención de ir por primera vez al colegio. Al salir de casa, se encontró con su vecina, la niña que había visto el día anterior.
-          ¡Hola! ¿Cómo te llamas? – Le sonrió amablemente la niña.
-          Me llamo Kalén, ¿y tú? Quiero ir al colegio, pero no se como se va, ¿me explicas como ir?
-          Yo soy Lisandra y ¡claro que se como se va al colegio! Vente conmigo.

Juntos se encaminaron hacia el colegio, donde Kalén pasó el mejor día de su vida. Al entrar en el colegio, Lisandra le presentó a la maestra y a sus compañeros. Todos se portaron muy bien con él y lo aceptaron desde el primer momento a pesar de que eran niños de carne y hueso, pues ninguno presentaba ningún problema a la hora de jugar con niños diferentes como Kalén o Lisandra. Los niños no se daban cuenta de sus pequeñas diferencias, ya que en el fondo todos tenían la misma edad, los mismos intereses y las mismas ganas de tener amigos.

Esa mañana, descubrió que no era tan especial ni tan diferente al resto de los niños como aseguraban sus padres, ya que todos los niños se caían, lloraban, se hacían daño, se reían, disfrutaban jugando y aprendiendo con sus amigos.

A la hora de la comida, Kalén entró por la puerta de su casa con Lisandra y dos amigos más que había hecho ese día en el colegio, sus padres, al verlo tan feliz se dieron cuenta del gran error que habían cometido privándole de acudir al colegio con otros niños, por lo que decidieron que ya era hora de que Kalén fuera un niño como los demás, y que no tenían que sobreprotegerlo de tal manera, pues sus temores anteriores eran infundados. Desde este momento Kalén y su familia fueron más felices y estuvieron más unidos que nunca.


Publicado por: Belén Pedrazo y Ursula Rios

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